miércoles, 29 de octubre de 2008

"The six year itch"




Por allá en los años 80 alguna vez llegó a la oficina de mi padre el informe de Amnistía Internacional, era un libro grueso, como un directorio telefónico, y de un azul en la portada que me cautivó de inmediato.

La edición era impecable a pesar del papel periódico en el que estaba impreso. Lo llevé a la casa. Y mi padre, muy irresponsable, me dejó leerlo. En el aparte dedicado a la patria querida, había una palabra que se repetía sin césar: paramilitares. El asunto me lo explicó mi padre, y me fui a leer la isla del tesoro para olvidar esas cifras y cosas jartas. Con los años vi la reseña que el Espectador hacía con juicio sobre cada informe, que año tras año, publicaba Amnistía Internacional. La esencia del informe era la misma, y la única diferencia estaban en las cifras que aumentaban cada vez más.

¿Qué hacía mi padre con el informe? Por trabajo le llegaba esa información. Para lo único que le servía era para lamentarse y ganarse dolores de cabeza. Al final yo lo dejaba en el piso teniendo la puerta.

Con los años el libro azul perdió su brillo y las páginas ganaron un color amarillo, al final terminó en la basura. Ahora cuando veo informes cómo el de Amnistía Internacional y Human Right Watch me pregunto cuál será su utilidad. Tal vez levantar ampolla en los gobiernos tercermundistas, porque en los países del primer mundo, los informes no van más allá de la brutalidad policial.

Es un ruido que desde hace años no pasa a mayores como el dejar testimonio que ellos si se preocuparon por el asunto en las repúblicas bananas. En últimas los gobiernos desmienten los informes, y no pasa nada. Y no pasará nada si el tío sam no toma cartas en el asunto. ¿Y acaso las tomará? No, porque va encontra de sus intereses. ¿Y ahora con Obama? Pues tampoco creo que la cosa vaya a cambiar mucho respecto al patio trasero.


Estos informes resultan ser una pulga que levanta ampolla y comezón en el culo de los dictadores bananeros, un ruido en las orejas de la "gente de bien", y unas frías estadísticas que no dicen nada a una sociedad zombie.

Si Human Right Watch y Amnistía Internacional quisiera llegarle a toda esta masa sin corazón pero con las patas hichadas de tanto marchar ( ya están programando otra) deberían dejar a un lado sus informes y hacer una telenovela protagonizada por ex-secuestrados famosos o un campeonato relámpago de fútbol con equipos integrados por soldados mutilados por las minas quiebrapatas vrs guerrilleros arrepentidos sin manos y ojos. Y para no olvidar a los niños de Pirry (porque ahora si después de décadas los niños si cuentan) los podrían emplear como recogebolas, y para que las feministas no jodan tendríamos a las mamas de los desaparecidos de Soacha como porristas. Y claro, para no dejar por fuera a nadie de este show del balón, le encargaríamos la seguridad del evento a los 25 militares damnificados por la purga (de paso representarían a los desempleados) y al general Montoya la responsabilidad de los positivos que fueran resultado del control antidoping.

El partido sería buena idea. El rating de RCN llegaría hasta las estrellas y lo comentaría, desde luego, el doctor del fútbol, para que después los científicos de Colciencias no se quejen que aquí hay déficit de doctores. Como la idea es dar un ejemplo de sana convivencia, a Caracol le corresponderían los derechos de la telenovela, y Dago sería el encargado de libretearla sazonándola, eso sí, con lo mejor de la despensa de la chabacanería colombiana.

De una vez, y aprovechando el impulso constructivo, les sugerimos a Amnistía Internacional que mire con más detalle los países civilizados y no sólo las tierras bárbaras. Como lector común y corriente que entra a la página de Amnistía Internacional, se encuentra uno que tienen un listado país por país, donde las repúblicas bananas encabezan el despelote, cosa que no se puede negar ni ocultar, pero también hay que mirar las de otras latitudes. Podríamos sugerirles que visitaran España, Francia, Alemania, Italia o EEUU para constatar los ultrajes de los inmigrantes ilegales o incluso a la “gente de bien”, los turistas o viajantes de paso. Hace poco un amigo llegó de representar al país en un festival en España, y su sorpresa fue grande cuando el español de a pie, el recien nuevo rico de la unión europea, le hacía sentir incómodo con sus miradas y mala leche (otro de los regalitos catizos) por su color moreno y su acento colombiano. Esperemos que la Obamanía le ayude al negro cuando vuelva por tierras ibéricas a dejar bien en alto el nombre de esa Colombia que tanta espalda le ha dado. Yo le digo al morocho que se venga para L.A pero él no deja su sancochito, ni los domingos en el Campin con su santa fecito del alma.

Queda esperar que la propuesta sea bien recibida y veamos ya no solo una simpática animación con buen humor como la de Amnistìa Internacional, sino una superproducción digna de la aldea global con reparto multicultural que incluya a los vendedores de armas rusos, mercenarios israelíes, traficantes de blancas (indias mejor) españoles, torturadores de Guantánamo, racistas ilustrados europeos, y claro que la produzca George Lucas y la dirija el avaro de Spielberg.



Nota:

El video fue tomado de http://www.amnestyusa.org/paises/colombia/page.do?id=1021008