domingo, 16 de noviembre de 2008

El amante de Susana Caldas

Ahora que la figura geométrica que ha dominado el interés nacional es la piramide, vale la pena proponer otra forma de la geometría colombiana que nos alimente con algo de oxigeno en medio de tanto alzamiento popular.

Bienvenida sea entonces la rica y no menos jugosa circunferencia.

Hace unos días escuché por la radio nacional que un paisano colombiano pegaba un grito en el cielo. Fue más o menos así:

- Hombre, yo estoy preocupado porque no se le ha dado el mismo despliegue que otros años al reinado nacional de la belleza.

Fue todo un reclamo que llegó hasta estos, a veces, oidos sordos. Y es que en noviembre, mes preferidos por las desgracias naturales (volcanes, inundaciones, aludes, e incendios) ocurre desde hace décadas el certamen donde un pueblo cultor de la belleza femenina se arruma ante la tele para juzgar la hermosura.

¿Qué sería de esta gran nación sin Raimundo Angulo? ¿Qué sería de Cartagena sin la feria de culos y tetas de cada fin de año? Recuerdo que de niño pude disfrutar del despelote costeño que el pueblo cartagenero iniciaba con la llegada de la reinas a la heroica. Y de ahí en adelante, con gran disciplina rumbera no paraban de mamar ron y bailar en las calles hasta el otro año. Eran buenos tiempos. La cachaca cultura ciudadana no existía, y no había contagiado a otras ciudades, y se mamaba gallo de todas las formas, sin que el otro, se embejucara. En esa ocasión gocé de lo lindo lanzando bolsas de agua y harina a todo el que estuviera mal parado. Me lo enseñaron mis amigos costeños. Y nunca vi a nadie quejándose por el respeto al otro y todas esas maricadas del cachacho londinense. Uno era feliz jodiendo al otro, y claro, que lo jodieran a uno.

De vuelta a la fiesta cartagenera recuerdo que las reinas desfilaban para el pueblo, algunas, muy naturales recibían las flores que la gente les daba y se las ponían detrás de la oreja. Eran mujeres muy naturales, con celulitis, gorditos, estrías, narices aguileñas, y pechos pequeños "ingravidos y gentiles como pompas de jabón". Había una que tuvo mucho éxito por esos días. Se llamaba Susana Caldas, tenía una cara de niña de colegio de monjas y un cuerpo esculpido por el mismísimo averno. En los colegios salesianos y maristas se prestaban las revistas donde la chica salía con su coronita, su cetro y su vestidito de baño. Tenía muchos seguidores que en las noches y en los recreos la amaban a escondidas y en silencio. Todos la queríamos. Fue una pieza predilecta para tocar con partitura las inquietas varitas mágicas de los adolescentes recién admitidos en el club del tío Onam.

Susana, lo felices que fuimos.

Ya viejo, y recorriendo los caminos andados, pude hallarla de nuevo. Tan hermosa, con esa carita de niña de colegio de monjas, con esa carita de esposa fiel del marinero putón y borracho. De regreso al muelle del recuerdo para hacerle un nudo ciego a las amarras de la nostalgia me encuentro un vídeo que tiene un par de lunares.





El primero de ellos es la nariz de este cacao de los ochentas, es perfecta. Tan recta y refilada que parece ser el resultado de un paso por el cirujano esteta. Y eso así no se vale. La idea de esta entrada bloguera era rayar con la apología en honor de la belleza natural. Pero queda la duda respingada de esta diva criolla y ochentera.

El otro mosco en la leche es el tema musical que acompañan las imágenes. La chica de Ipanema de Antonio Carlos Jobim y no un monótono vallenato del diamantino Diomedez, o un furioso mapalé, o un ajustado pasillo andino, hace de telón de fondo sonoro. La chica de Ipanema es un canto a la belleza de la mujer carioca que resulta tan forzado como las imágenes del vídeo donde la reina se ve muy dedicada al arte con un negrito, tan forzado como creer que el atavío dorado en el que sale envuelta cuando todavía no la habían coronado es algo bonito cuando en realidad parece traje de las parodias espaciales de Mel Brooks o las clásicas producciones de Ed Wood. Sólo le faltó al clip para que fuera un vídeo institucional de la distinguidisima clase alta de la sempiterna Cartagena que la diva saliera con mantilla y rezándole a los huesos de San Pedro Claver.

Las reinas de antes no tenían silicona, la nariz brillaba por su naturalidad, había celulitis, el dedo gordo del pie no era la parte que menos les gustaba, tampoco hablaban inglés, y su personaje femenino favorito era la madre Teresa de Calcuta y el masculino García Márquez.Ahora exhiben con descarado orgullo las gracias del cirujano, todas tienen la misma nariz, las mismas pelotas de caucho, y admiran a Alvaro Uribe. Atrás quedaron las taxonomías del pecho donde los criterios de clasificación venían de acuerdo a su forma, tamaño, turgencia, y movimientos gravitacionales.

Me gustaría salir a marchar en contra de la silicona. Ahora las reinas van con las piernas abiertas y sus tetas de caucho por ahí . Ya no se pierden para siempre como Susana sino que se empeñan en seguir jodiendo a toda hora en la tele y las revistas de farándula hasta erigirse como el ideal de mujer que ofrecen los medios.



No sé hasta que punto la mujer colombiana sea la más hermosa del mundo. Las hay naturales y poderosas, como las que se ven en el reinado popular en Cartagena. Esas si son de puro campeonato. Nada del ejército de plástico que recluta centenares de jóvenes para engrosar el catálogo ambulante para el consumo de los narcos en los reinados de la yuca, el dividivi, la panela, el café, el bambuco, el banano, el joropo, el turismo, el folclor, la ganadería, etc...

No puedo asegurar que las colombianas sean las más lindas del mundo. Pero si puedo afirmar que las menos agraciadas son las odiosas bogotanas. De la capital no enviaría, ni loco, una representante para el campeonato mundial del trasero. Sí, también existe ese especializado reinado. Aquí abajo está la circunferencia ganadora.













Los brasileros son campeones en muchas cosas. Y no paran de ganar. Según mis fuentes en Sao Paulo y Río, esta maravilla es 100% natural. Duro ejercicio, buena dieta, y mucha samba. Nada de bisturí. Esta si es la cosa más linda, algo así (cuenta la leyenda) vio pasar Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes para darle vida al famoso bossa nova Garota de Ipanema.

Pura inspiración brasilera.



Fotos: Soho y El Espectador.