
miércoles, 22 de septiembre de 2010
Los honorables

miércoles, 8 de septiembre de 2010
Sumas y Restas de la nueva era

La guerra tiene su matemática.
miércoles, 28 de julio de 2010
La altura de la relaciones públicas y políticas
martes, 20 de julio de 2010
1810 - 2010
jueves, 8 de julio de 2010
El plato de sopa

10 millones de alimentos se importan en Colombia para el consumo interno. Un país con más de un millón de kilometros cuadrados en extensión y con un clima y tierras envidiables se da el lujo de importar comida.
La respuesta, sin duda alguna, la tiene el jefe del gobierno saliente, un señor terrateniente que le devolvió, entre otras cosas, un poder adquisitivo enorme a los colombianos. Son tan ricos los colombianos que no fue necesario fomentar el empleo porque pese a contar con una de las tasas de desempleo más altas de toda latinoamerica (solamente superada por Haití) la gente no necesita trabajar porque este gobierno que termina deja a todos con tanta plata en los bolsillos que pueden seguir pagando impuestos, importando alimentos (incluido el café del desayuno) y mantener a los campesinos sin tierra y trabajo.
¡Bon apetit en este Bicentenario!
miércoles, 16 de junio de 2010
Otro país existe

William Ospina, uno de los tres millones y medio, escribió hace poco lo que representa el partido verde. Estos son algunos apartes:
"...Mi voto y el de muchos ciudadanos no será de respaldo al proyecto que domina a Colombia, sino de advertencia sobre la necesidad de un cambio de rumbo que ponga el énfasis en el respeto a la vida, la educación, la dignificación del trabajo, la modernización material y mental del país, el conocimiento y la protección de la naturaleza, la defensa de la soberanía y las relaciones serenas con los vecinos.
Colombia necesita desesperadamente una nueva dirigencia. No será la vieja élite, dueña de todas las oportunidades y de todos los privilegios, que durante siglos tuvo la oportunidad de engrandecer al país, de dignificar a los ciudadanos, de construir una democracia verdadera, y no lo hizo, quien logre conducirlo a la prosperidad y al siglo XXI.
El problema, por supuesto, no es Santos: un hombre que seguramente tiene capacidades, información, conocimiento del Estado. El problema es la comprobación interminable de que en Colombia toda opción de gobierno está escriturada a la vieja casta política, y el único enriquecimiento posible, para quienes ambicionan tal cosa, es el enriquecimiento ilícito.
Durante ocho años, un hombre talentoso y sagaz desperdició la posibilidad de transformar positivamente a Colombia. Álvaro Uribe llegó al poder sobre la cresta de la ola de la frustración por el fracaso del Caguán, y sus aliados aprovecharon esa circunstancia para montar un proyecto arbitrario y mezquino. Bajo el esfuerzo digno de gratitud de la seguridad democrática, triunfaron los robos de tierras, el desplazamiento, el espionaje a la oposición y a los otros poderes, los crímenes cometidos con las armas del Estado, los escandalosos subsidios a los privilegiados. Ocho años de pax romana nos dejan como herencia el eterno conflicto colombiano apenas contenido por las armas, unos niveles de pobreza que son escandalosos en cualquier lugar del mundo, la humillante tragedia de la supervivencia para las grandes mayorías nacionales. No podemos decir que se haya avanzado mucho en la recuperación del rumbo perdido de nuestra patria.
Al margen de las elecciones, dos poderes reales se disputan hoy a Colombia: dos facciones distintas de propietarios, empresarios y terratenientes. Uribe representa a una de ellas y Santos a la otra. Por eso, a pesar de la armonía que el candidato predica, no tardarán en surgir los desacuerdos. La vieja casta señorial querrá inclinar a su favor la balanza del poder, pero los nuevos dueños del país decidirán cuánto margen de maniobra tienen esos viejos señores.
El Partido Verde ha logrado la hazaña de tener en la primera vuelta una de las votaciones más limpias y espontáneas de nuestra historia democrática. En sólo tres meses surgió una fuerza de más de tres millones de votos, la más alta votación independiente que ha tenido Colombia en toda su historia. Sin maquinarias, sin promesas demagógicas, sin ejercer ninguna presión indebida sobre el electorado, sin barones electorales; sólo con entusiasmo, imaginación, alegría y lucidez. Ese resultado es asombroso, porque nadie ignora cuánto poder respaldaba a la campaña que obtuvo la mayoría electoral.
Gracias al trabajo de miles y miles de jóvenes que saben que Colombia necesita otro espíritu, el Partido Verde logró pasar a la segunda vuelta electoral, e intentó reunir a su alrededor, no sólo a
El Partido Verde es uno de los pocos movimientos que están en condiciones de proponer cosas nuevas a nuestra democracia, y la gran pregunta del momento es qué capacidad real tendrá de persistir como fuerza política. La dinámica presencia de la juventud en su seno, el espíritu de innovación y de iniciativa compartida, la identificación con los altos valores de respeto a la vida, a los recursos públicos, a las reglas de juego, la necesidad imperiosa de una política que asuma la protección de la naturaleza y la defensa del medio ambiente, en una de las regiones más biodiversas, pero a la vez más frágiles, hacen su existencia más necesaria que nunca.
Aunque el poder de la fuerza y la trampa parezcan llenarlo todo, es necesario repetir que otro país existe, que otro camino existe. "
lunes, 24 de mayo de 2010
Pacto de Caballeros
La imagen fue tomada con un tele EF 28-300 mm f3.5-5.6L IS USM en una Cannon Mark II. El día era gris. Fue en Bogotá. Eran las tres de la tarde. Por más que lo intenté no pude corregir la lectura de mi cámara. El aparato se empeñó en procesar ese momento histórico a blanco y negro.
El caballero de izquierda (en la foto) señala el porcentaje de beneficios que su gobierno le otorgará al otro "gentleman". Es un pacto de alto vuelo que garantiza el triunfo del primero (sin importar el precio) a expensas del segundo.

Un fantasma, me cuentan los colegas fotógrafos bogotanos, está rondando el Palacio de Nari-ño. El hombre que se fue a la cama perdedor y horas más tarde, cuando el gallo cantó la madrugada, le susurraron al oído la melodía de la victoria, su sonrisa sardónica seria sempiterna. Está fue la imagen que uno de mis colegas logró del espectro: